Por Ricardo López Göttig
A una semana de que fuera anunciado un gobierno de coalición del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y Unidas Podemos, en las filas del opositor Partido Popular (PP) se han multiplicado los llamados a conformar una Gran Coalición, al estilo alemán, que reúna al PSOE, PP y Ciudadanos. Ya lo plantearon Cayetana Álvarez de Toledo, el presidente de la Xunta de Galicia Alberto Núñez Feijóo -figura de enorme peso interno en el PP-, y el ex presidente del gobierno español José María Aznar.
Y es que, tal como lo hemos señalado anteriormente, para formar esta coalición precisan del apoyo de formaciones separatistas y regionalistas, las que demandarán satisfacción a sus exigencias para que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias logren su propósito. La condición es que el presidente del gobierno sea otro miembro del PSOE, y no Pedro Sánchez.
Lo cierto es que Pedro Sánchez revalidó sus credenciales como líder del PSOE, no con contundencia -el partido retrocedió en tres escaños respecto a los comicios de abril de este año-, pero no ha logrado surgir ninguna figura de relevancia que pueda sustituirlo. El presidente en funciones tiene la habilidad de sobrevivir en contextos difíciles y la capacidad de resurgir, aunque esto signifique el deterioro de su partido.
Cuestión ineludible es que el presidente en funciones Pedro Sánchez se comunicó rápidamente con Pablo Iglesias para articular esa coalición de las izquierdas, saltando el paso previo de la convocatoria del monarca Felipe VI, y sin que se sepa mucho del contenido y organigrama del futuro gobierno.
La idea de una Gran Coalición está inspirada en el modelo alemán de la Grosse Koalition de la República Federal Alemana, cuando la Democracia Cristiana (CDU) gobierna en conjunto con la socialdemocracia (SPD). España se enfrenta a grandes riesgos, cualquiera sea el rumbo que tome, a saber: 1) que un gobierno PSOE-UP tenga un giro radical a la izquierda, ahuyentando la inversión y generando, por consiguiente, más pobreza, y que además abra la Caja de Pandora de procesos independentistas como el de Cataluña y Euskadi; 2) que se forme un gobierno amplio de PSOE-PP-Cs, dejando el campo libre de la oposición a partidos populistas por izquierda y derecha, además de incentivar la radicalización y expresión violenta de los sectores separatistas.
El régimen constitucional y democrático heredado de la Transición se halla ante una encrucijada, de la que no se podrá salir con una nueva convocatoria a comicios generales, que probablemente empeorarían el escenario.
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