El presidente de Ucrania Victor Fiodorovich Ianukovich, tras recibir fuertes presiones por parte del gobierno de la Federación de Rusia, decidió el jueves pasado dar un portazo a las negociaciones para la asociación con la Unión Europea, cuya firma habría de concretarse esta semana en Vilnius.
Ucrania es un país fragmentado entre su región más occidental, culturalmente próxima a Polonia y recelosa de la influencia rusa, y la parte más oriental, cercana a las tradiciones y prácticas del pasado más reciente en su vinculación con Moscú.
Si bien el presidente Ianukovich no era, precisamente, un europeísta convencido, su aproximación pragmática hacia la Unión Europea abría una esperanza de mejoras institucionales e integración económica, alejándose de las prácticas autoritarias de Vladimir Putin. No obstante, la presión ejercida por el presidente de la Federación de Rusia durante varios meses tuvo efecto, y el actual gobierno de Ucrania habría de adherirse a la Unión Aduanera conformada por la Federación de Rusia, Bielorrusia y Kazajistán, tres herederos de la Nomenklatura soviética. Y es que la asociación con la Unión Europea hubiera supuesto no sólo más dificultades para su comercio con Rusia -especialmente con el gas natural, que paga más caro que la República Federal Alemana-, sino también para los ucranianos residentes en el país vecino. Con poco más de 44 millones de habitantes, a orillas del estratégico Mar Negro y en busca de su identidad nacional, Ucrania se halla en una encrucijada entre Occidente y la eslavofilia, tal como durante siglos le ocurrió a los gobernantes e intelectuales rusos.
Vladimir Putin no disimula el establecimiento de un sistema cada vez más autoritario en Rusia y busca recrear, presión mediante, un espacio de influencia política y económica que otrora ocupó el imperio zarista. En el caso de Asia Central, compitiendo con las influencias de Estados Unidos y la República Popular China; en el Cáucaso, con la influencia occidental. La Unión Europea tiene requisitos claros y explícitos para el proceso de asociación, adhiriendo e implementando políticas de consolidación del Estado de Derecho, la democracia y la economía de mercado, con reformas en el sistema judicial, cuerpo de funcionarios y procedimientos legales. Pero hoy la Unión Europea apenas está saliendo de su dura crisis económica, por lo que le resulta complejo ofrecer más de lo que ahora propone en la cumbre de Vilnius, a la que asistirán otros países de la región.
Sin embargo, esta actuación de último momento de Ianukovich ha puesto de manifiesto la gran división social y cultural del país, y las manifestaciones para presionar a Ianukovich a rever su decisión se están extendiendo por las grandes ciudades, recordando la Revolución Naranja del 2004. En marzo del 2015 tendrá elecciones presidenciales, y quizás pueda ser la oportunidad para expresar en las urnas el camino hacia la democracia y el inicio de las reformas necesarias para crear un Estado de Derecho y una economía de mercado en esa nación eslava.
Ucrania es un país fragmentado entre su región más occidental, culturalmente próxima a Polonia y recelosa de la influencia rusa, y la parte más oriental, cercana a las tradiciones y prácticas del pasado más reciente en su vinculación con Moscú.
Si bien el presidente Ianukovich no era, precisamente, un europeísta convencido, su aproximación pragmática hacia la Unión Europea abría una esperanza de mejoras institucionales e integración económica, alejándose de las prácticas autoritarias de Vladimir Putin. No obstante, la presión ejercida por el presidente de la Federación de Rusia durante varios meses tuvo efecto, y el actual gobierno de Ucrania habría de adherirse a la Unión Aduanera conformada por la Federación de Rusia, Bielorrusia y Kazajistán, tres herederos de la Nomenklatura soviética. Y es que la asociación con la Unión Europea hubiera supuesto no sólo más dificultades para su comercio con Rusia -especialmente con el gas natural, que paga más caro que la República Federal Alemana-, sino también para los ucranianos residentes en el país vecino. Con poco más de 44 millones de habitantes, a orillas del estratégico Mar Negro y en busca de su identidad nacional, Ucrania se halla en una encrucijada entre Occidente y la eslavofilia, tal como durante siglos le ocurrió a los gobernantes e intelectuales rusos.
Vladimir Putin no disimula el establecimiento de un sistema cada vez más autoritario en Rusia y busca recrear, presión mediante, un espacio de influencia política y económica que otrora ocupó el imperio zarista. En el caso de Asia Central, compitiendo con las influencias de Estados Unidos y la República Popular China; en el Cáucaso, con la influencia occidental. La Unión Europea tiene requisitos claros y explícitos para el proceso de asociación, adhiriendo e implementando políticas de consolidación del Estado de Derecho, la democracia y la economía de mercado, con reformas en el sistema judicial, cuerpo de funcionarios y procedimientos legales. Pero hoy la Unión Europea apenas está saliendo de su dura crisis económica, por lo que le resulta complejo ofrecer más de lo que ahora propone en la cumbre de Vilnius, a la que asistirán otros países de la región.
Sin embargo, esta actuación de último momento de Ianukovich ha puesto de manifiesto la gran división social y cultural del país, y las manifestaciones para presionar a Ianukovich a rever su decisión se están extendiendo por las grandes ciudades, recordando la Revolución Naranja del 2004. En marzo del 2015 tendrá elecciones presidenciales, y quizás pueda ser la oportunidad para expresar en las urnas el camino hacia la democracia y el inicio de las reformas necesarias para crear un Estado de Derecho y una economía de mercado en esa nación eslava.
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