Por Ricardo López Göttig
El comité central del Partido Comunista chino anunció que impulsará una reforma a la constitución para permitir la reelección indefinida de los presidentes. En este caso, la enmienda facilitará un tercer término para Xi Jinping, rompiendo una regla establecida en la era pos-maoísta cuyos trazos fundamentales marcó Deng Xiaoping en los años ochenta. El objetivo de trazar límites a las reelecciones y edades para retirarse del poder, fue precisamente para evitar la concentración del poder que tuvo Mao hasta su muerte en 1976.
Por un lado, el gobierno de la República Popular China intenta presentarse como un actor político responsable a nivel global, favoreciendo el comercio internacional y manteniéndose en el Acuerdo de París sobre cambio climático, en contraposición con Donald Trump. Pero por el otro, fue la Agencia de noticias Xinhua la que adelantó lo que habría de resolver el Comité Central del PC al día siguiente, poniendo en evidencia la opacidad del régimen.
No habiendo equilibrio de poderes, a pesar de la denominación de "república", ni libertad de expresión o de prensa, ni habiendo elecciones libres y competitivas entre varias alternativas, los únicos límites al poder están dentro del propio Partido Comunista, que es el que domina la estructura estatal. Las Fuerzas Armadas son el brazo armado del PC e integran los cuadros del Partido. El culto a la personalidad del actual presidente Xi Jinping tiene como antecedente a Mao, a quien se presentaba como infalible y casi sobrehumano.
La práctica del oximoron es constante en la jerga política china: la "economía de mercado socialista", la "dictadura democrática". Juegos de palabras, acrobacias lingüísticas para perpetuar un régimen que busca proyectar una imagen externa, en tanto se endurece en su interior.
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