Por Ricardo López Göttig
Ironías de la historia: Napoleón Bonaparte, que comenzó sus estudios militares con el afán de independizar a su Córcega natal, fue finalmente derrotado por varios ejércitos europeos en la batalla de Waterloo, tras su breve retorno como Emperador de Francia. Y es en Waterloo, Reino de Bélgica, en donde estableció su residencia el ex presidente de la comunidad autónoma de Cataluña, Carles Puigdemont. Quien intentó establecer la "República Catalana" halló refugio en una monarquía; quien supo desde el inicio de su aventura política que la Unión Europea no sostendría su ensueño, primero estuvo en Bruselas, capital administrativa de esa entidad supranacional. Los símbolos son fundamentales en política y Puigdemont lo sabe: establecer su residencia en Waterloo es reconocer su derrota definitiva.
Ni siquiera sus propios compañeros de ruta, el Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT) están dispuestos a seguir alimentando la idea de que Puigdemont sea investido presidente de la comunidad autónoma a la distancia, como si se pudiera gobernar vía skype o por twitter. La coordinadora del Partido, Marta Pascal, ha señalado que es Puigdemont quien debe aclarar si desiste o no con su candidatura, en una señal sutil del resquebrajamiento de su propia formación. Cataluña, en tanto, sigue intervenida por el gobierno nacional y, de no prosperar la elección del nuevo presidente autonómico, se deberán convocar a nuevas elecciones.
Mientras tanto, el gobierno de Mariano Rajoy quiere defender la enseñanza del castellano en las escuelas catalanas: de algún modo quiere recuperar el protagonismo perdido en esa región tras el triunfo electoral de Ciudadanos, y mostrarse activo en la unidad de España. Y es que al Partido Popular le está preocupando seriamente el crecimiento de la formación liberal, en vistas a los comicios regionales y municipales del 2019. No obstante, para que la crisis de la unidad española pueda ser superada, los tres partidos del bloque constitucional (Partido Popular, Partido Socialista Obrero Español y Ciudadanos) deberían acordar lineamientos básicos de acción frente a los desafíos separatistas, de modo de despejar las incertidumbres hacia el futuro y estabilizar las instituciones. Más allá de los movimientos tácticos de cada partido, debería trazarse una estrategia conjunta de estos tres con miras al largo plazo.
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