Por Ricardo López Göttig
Se ha desatado una gran pasión por las micronaciones en Europa. A las ansias de independencia de Cataluña, se le suma la reciente disposición de fortalecer la lengua catalana en las islas Baleares, en donde gobierna el socialismo en coalición con los "ecosoberanistas", que aspiran a un referéndum por la independencia del archipiélago en 2020, 2030 o 2040... Los efectos de Cataluña y Córcega llegan a las Baleares y, probablemente, sigan repercutiendo en otras regiones de la atribulada Europa, que busca unirse mientras sueña con fragmentarse.
Pero el afán independentista no es aplaudido por todos: en su viaje a Dinamarca, el ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, expuso sus ideas en la Universidad de Copenhague, donde fue inteligentemente zarandeado por la profesora Marlene Wind, experta en cuestiones europeas. Bien interpelado, con altura, Puigdemont salió aplazado. La aventura independentista está dañando a Cataluña y, si bien el bloque separatista tiene la mayoría de los escaños en el parlamento regional, la lista Junts per Catalunya de Puigdemont no fue la más votada, sino el partido Ciutadans, de raigambre constitucional y que quiere mantener la unidad de España. En votos, los tres partidos constitucionalistas (Ciudadanos, PSOE y PP) sumaron más voluntades que los separatistas, pero el sistema electoral sobrerrepresenta a provincias en donde actualmente ganan los independentistas. Mientras tanto, Carles Puigdemont se ha transformado en un personaje mediático a costa de los catalanes: pretende ser reelecto presidente de la región, pero no retornar a España, ya que teme ser detenido y puesto en prisión por violar las leyes del país. Afirma que puede gobernar la región vía web y skype, como si la presencia física no fuera imprescindible. Su nominación no despierta la simpatía de su socio eventual de coalición, la Esquerra Republicana, que salió tercera en los comicios del 21 de diciembre.
¿Hacia dónde va Cataluña? De no ganar la cordura, se encamina a nuevas elecciones regionales, aunque difícilmente esto pueda solucionar la gran fractura social entre dos bloques parejos. La broma de Tabarnia, la región inventada con humor para burlarse del discurso del victimismo independentista, puede ser el soplo más vivo de sensatez ante las micronaciones mediterráneas.
Comentarios
Publicar un comentario