Por Ricardo López Göttig
Europa y sus fantasmas, siempre dando vueltas. Los europeos que buscan encontrar lo que les da el sentido a su nacionalidad: lengua, costumbres, tradición, comunidad, voluntad, lazos de sangre, herencia, religión, biología... La campaña presidencial de Zeman, el actual mandatario checo, entra en ese difícil terreno. "Alto a los inmigrantes y a Drahoš. ¡Este país es nuestro! ¡Vote Zeman", reza este aviso de los "Amigos de Miloš Zeman", a una semana de la segunda vuelta. Una vez más, el extranjero es identificado como ese sujeto peligroso, desconocido, al que hay que detener. Una vez más, Zeman recurre a un discurso descalificador para exhibirse como lo menos malo ante la irrupción de lo que viene de afuera.
Es cierto que los checos desarrollaron su concepto de nacionalidad en una época de profundos cambios, cuando estaban bajo el dominio austríaco. Así, la posesión y renacimiento de la lengua checa fue uno de los objetivos de los nacionalistas durante el siglo XIX, descartando al alemán como vehículo de comunicación. Tras obtener la independencia en octubre de 1918, Checoslovaquia fue la unión de dos pueblos, checos y eslovacos, para frenar los deseos irredentistas de alemanes y húngaros en su propio territorio. Al finalizar la segunda guerra mundial, los tres millones de alemanes residentes en Checoslovaquia fueron expulsados. Paradojalmente, la homogeneidad étnica checa fue un resultado de esa conflagración planetaria.
La campaña de Zeman se apuntala en uno de los miedos que recorren al viejo continente. Es una bofetada a un pasado reciente, cuando miles de checos y eslovacos fueron recibidos como asilados políticos durante la guerra fría en Canadá, Francia, Alemania, Austria, Italia... Todas las elecciones europeas se tiñen de ese color: cómo contener las oleadas migratorias, sobre todo a partir de las guerras de Siria y Libia.
Zeman sostiene al gobierno minoritario de Andrej Babiš, primer ministro en funciones que esta semana no logró obtener la mayoría suficiente en el Parlamento, cosechando sólo los 78 votos de su propio partido, en una cámara baja con doscientos miembros. Babiš, empresario y político, es fuertemente objetado por haber recibido subsidios de la Unión Europea para sus empresas mientras era ministro de finanzas, pero recuperó la inmunidad tras las últimas elecciones. Zeman y Babiš se necesitan mutuamente para sobrevivir en el paisaje político checo: Zeman no tiene partido propio, Babiš precisa que Zeman le extienda por otro mes más que esté al frente del gobierno, buscando tejer una coalición que, aparentemente, le resultará esquiva.
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