Por el Tratado de Nanking, celebrado en 1842 tras la primera guerra del opio entre el Reino Unido y el Imperio Chino de la dinastía Qing, la rocosa isla de Hong Kong pasó a ser colonia británica. Luego se anexaron otros territorios a la misma, hasta que en 1898 se añadieron partes del continente, a fin de servir como barrera de contención y zona agrícola para la colonia. Esta posesión sirvió como punto de enlace del comercio británico con China meridional, depósito de bienes -que incluía el opio- de importación y exportación, talleres de reparación de navíos y puerto de salida para los emigrantes chinos hacia otras latitudes, como la costa del Pacífico de los Estados Unidos. Esta situación se mantuvo hasta la segunda guerra mundial, cuando la colonia fue invadida por los japoneses, a pesar de la resistencia de las escasas tropas allí localizadas, que incluían un contingente canadiense.
Los británicos recuperaron la posesión de Hong Kong en 1945, a pesar de las aspiraciones del gobierno nacionalista chino de Chiang Kai Shek. Tras la creación de la República Popular China en 1949 en China continental, y el gobierno nacionalista alojado en la isla de Taiwán, Hong Kong permaneció como un reducto occidental. Esta colonia se fue convirtiendo en uno de los más centros financieros más grandes del planeta, además de prosperar con su industria textil y astilleros. Lejos de hundirse por su desconexión comercial con el sur de China, se dio un salto cualitativo por su apertura económica. Las claves fueron el sistema jurídico británico, el llamado common law, y la economía de mercado. Fueron sus instituciones estables y liberales las que sirvieron como marco jurídico al despliegue del Hong Kong de la posguerra.
Pero ya en los años ochenta, las autoridades británicas y chinas comenzaron la discusión sobre el fin del tratado de arriendo de 1898, que se había celebrado por 99 años. Esto implicaba la devolución de las parcelas continentales de Hong Kong en 1997. Ya el Reino Unido no era el Imperio Británico de antaño, por lo que se estipuló que Hong Kong era una unidad, y que como tal debía negociarse su restitución a China.
En 1984, siendo Margaret Thatcher la primer ministro británica, se celebró la Declaración Conjunta Sino-Británica, por la que se estableció que Hong Kong habría de gobernarse desde 1997 hasta 2047 por la Ley Básica (Basic Law) como una región administrativa autónoma dentro de la República Popular China. La Basic Law protege durante cincuenta años la vigencia del common law, la propiedad privada, la economía de mercado y el gobierno a través de una legislatura. Es decir: preserva las libertades fundamentales de los habitantes de Hong Kong, en el marco de la política de "un país, dos sistemas". Entre 1992 y 1997, el último gobernador británico de la colonia, el político conservador Chris Patten, dejó plantada la semilla de la libertad política, ya que impulsó la introducción de un sistema electoral en el cual los ciudadanos votaban directamente un tercio de la legislatura, y el resto a través de un sistema corporativo con representación de las empresas, gremios, asociaciones religiosas. Esto significó el nacimiento de partidos políticos que, en su gran mayoría, se oponen al régimen represivo existente en la República Popular China.
Desde 1997 hasta hoy, los sucesivos gobiernos de la República Popular China están intentando debilitar los aires democratizantes que vienen desde Hong Kong y que pretenden ir ganando terreno en el resto del país. Los gobernadores de Hong Kong son elegidos de una terna de candidatos, que siempre responden a los deseos de Beijing. Movimientos por la libertad política como la "revolución de los paraguas" van ganando terreno en la opinión pública de Hong Kong, y reivindican una mayor autonomía -e incluso la independencia- frente a la República Popular China.
La gran debilidad de Hong Kong reside en que la Basic Law no es más que una ley que puede ser derogada por el gobierno de Beijing, y que hasta ahora ha mantenido por su propia conveniencia. Se pretende seducir, desde el continente, a Taiwán con el modelo de "un país, dos sistemas", a fin de reunificar a ambas partes.
La reciente visita del presidente Xi Jinping y el despliegue de fuerzas militares, son señales de que el régimen del Partido Comunista chino pretende poner vallas a los sentimientos liberales que se respiran en Hong Kong. La nueva gobernadora Carrie Lam se encuentra en perfecta sintonía con la política de Beijing, con lo que se anticipa una severa confrontación con sus conciudadanos.
Habremos de ver si Hong Kong gana las mentes del resto de los chinos con su ejemplo de democracia liberal -a pesar de todas sus limitaciones-, Estado de Derecho y economía de mercado, o si bien se deja someter a un sistema de partido único, con libertades restringidas y tuteladas por el Estado.
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