Por Ricardo López Göttig
El próximo domingo se celebrarán elecciones generales en Italia, un país que ha sido escenario de reflexiones políticas profundas y sutiles, muy probablemente por sus líderes variopintos, los cambios de sus sistemas y la diversidad de sus regiones.
Se presentan tres grandes actores políticos: el que encabeza las encuestas es el conglomerado antisistema Movimento 5 Stelle (movimiento cinco estrellas), cuyo inspirador es el cómico Beppe Grillo, pero el referente electoral es Luigi Di Maio. El otro gran actor es la coalición de centroderecha, formada por Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi, la Lega Nord, encabezada por Matteo Salvini, y como socios menores los Fratelli d'Italia (Hermanos de Italia) y Noi con l'Italia (Nosotros con Italia). La Lega Nord abandonó las viejas aspiraciones independentistas de la Italia septentrional de los tiempos de Umberto Bossi y su quimera de la Padania. Silvio Berlusconi, legalmente impedido de presentarse a las elecciones, no deja de tejer la telaraña política, y sugirió a Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, como eventual primer ministro. Esta coalición conservadora podría ser la primera minoría en escaños en el parlamento.
Más atrás, viene el Partido Democrático (PD) de Matteo Renzi, una figura que supo ascender rápidamente desde la alcaldía de Firenze al primer plano nacional, pero que luego se desgastó con la misma celeridad, debiendo dimitir de la jefatura de gobierno al fracasar su referendum con una batería de reformas al sistema institucional.
Los políticos italianos suelen innovar frecuentemente en sus sistemas electorales: en esta ocasión, el 40% se elegirá por circunscripciones uninominales, en tanto que el 60% restante por representación proporcional. Es una señal, como tantas otras, de la creatividad italiana, pero también de la recurrente inestabilidad política. Los personajes entran y salen de la escena, en una dramaturgia vertiginosa y colorida, en las que las personalidades tienen mutaciones veloces. Desde los años noventa, con la implosión de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista como polos ideológicos, la política italiana viene buscando nuevas reglas.
Difícilmente estos comicios logren resolver esa incógnita, porque ninguno alcanzará el mínimo necesario para formar gobierno sin una coalición. Comenzará, entonces, un nuevo juego.
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