El 28 de octubre del 2013 falleció Tadeusz Mazowiecki, uno de los protagonistas de la transición a la democracia liberal en Polonia a fines de los años ochentas.
Se unió a los reclamos de los obreros de los astilleros en Gdańsk, en agosto de 1980, donde nació el sindicato Solidaridad que puso en jaque al régimen socialista durante un decenio. De formación jurídica, se dedicó al periodismo y su pensamiento y actuación política tuvieron una fuerte impronta católica.
Fue uno de los asesores más cercanos a la gran figura de la disidencia polaca, el obrero electricista Lech Wałęsa, y fue detenido durante un año cuando el general Wojciech Jaruzelski aplicó la ley marcial. Tras ser liberado, continuó ejerciendo el periodismo en la clandestinidad y fue uno de los artífices del resurgimiento de Solidaridad en 1988, así como uno de los participantes en la Mesa Redonda que llevó a las elecciones semilibres del 4 de junio de 1989 para renovar un tercio del Parlamento (Sejm) y la totalidad del Senado que se restauraba.
En esos comicios históricos, que marcaron el inicio manifiesto del derrumbe del socialismo real en Europa Oriental, Solidaridad ganó todas las bancas del Sejm y 99 de los cien escaños de la Cámara Alta. Si bien el comunismo polaco y sus partidos satélites seguían conservando los dos tercios restantes, el general Jaruzelski comprendió que el primer ministro debía ser de Solidaridad: esa función, pues, fue ofrecida a Tadeusz Mazowiecki.
El nuevo jefe de Gobierno encaminó a Polonia, desde agosto de 1989, hacia una transición decidida hacia la democracia liberal y la economía de mercado. Su ministro de economía, Leszek Balcerowicz, fue acremente cuestionado por la velocidad que le imprimió a la desregulación y desmonopolización, que dispararon todos los precios y significaron el quiebre de muchas empresas improductivas. No obstante, hoy muchos analistas coinciden en que la celeridad y decisión de aquellos años fueron los cimientos de la prosperidad posterior. Estas políticas, incomprensibles para muchos polacos de entonces, le costaron la popularidad a Mazowiecki que, cuando se postuló para presidente de Polonia de noviembre de 1990, quedó tercero -18% de los sufragios- en las preferencias tras Lech Wałęsa -primero con el 40%- y el empresario polaco emigrado, Stanisław Tymiński, segundo, con 23%, en la primera vuelta. En la segunda de diciembre, sí, ganó Wałęsa con el 74%.
Por estos resultados adversos, Mazowiecki presentó su renuncia como primer ministro y fue aceptada por el Sejm. Si bien siguió como parlamentario en los años posteriores, su actuación más relevante fue en el escenario internacional como enviado de la ONU a Bosnia durante los años de la guerra de Yugoslavia, función a la que renunció en 1995 por la inacción de la comunidad mundial frente a la masacre de Srebrenica.
En años posteriores fue parlamentario de Unión por la Libertad y uno de los fundadores del Partido Democrático.
Se unió a los reclamos de los obreros de los astilleros en Gdańsk, en agosto de 1980, donde nació el sindicato Solidaridad que puso en jaque al régimen socialista durante un decenio. De formación jurídica, se dedicó al periodismo y su pensamiento y actuación política tuvieron una fuerte impronta católica.
Fue uno de los asesores más cercanos a la gran figura de la disidencia polaca, el obrero electricista Lech Wałęsa, y fue detenido durante un año cuando el general Wojciech Jaruzelski aplicó la ley marcial. Tras ser liberado, continuó ejerciendo el periodismo en la clandestinidad y fue uno de los artífices del resurgimiento de Solidaridad en 1988, así como uno de los participantes en la Mesa Redonda que llevó a las elecciones semilibres del 4 de junio de 1989 para renovar un tercio del Parlamento (Sejm) y la totalidad del Senado que se restauraba.
En esos comicios históricos, que marcaron el inicio manifiesto del derrumbe del socialismo real en Europa Oriental, Solidaridad ganó todas las bancas del Sejm y 99 de los cien escaños de la Cámara Alta. Si bien el comunismo polaco y sus partidos satélites seguían conservando los dos tercios restantes, el general Jaruzelski comprendió que el primer ministro debía ser de Solidaridad: esa función, pues, fue ofrecida a Tadeusz Mazowiecki.
El nuevo jefe de Gobierno encaminó a Polonia, desde agosto de 1989, hacia una transición decidida hacia la democracia liberal y la economía de mercado. Su ministro de economía, Leszek Balcerowicz, fue acremente cuestionado por la velocidad que le imprimió a la desregulación y desmonopolización, que dispararon todos los precios y significaron el quiebre de muchas empresas improductivas. No obstante, hoy muchos analistas coinciden en que la celeridad y decisión de aquellos años fueron los cimientos de la prosperidad posterior. Estas políticas, incomprensibles para muchos polacos de entonces, le costaron la popularidad a Mazowiecki que, cuando se postuló para presidente de Polonia de noviembre de 1990, quedó tercero -18% de los sufragios- en las preferencias tras Lech Wałęsa -primero con el 40%- y el empresario polaco emigrado, Stanisław Tymiński, segundo, con 23%, en la primera vuelta. En la segunda de diciembre, sí, ganó Wałęsa con el 74%.
Por estos resultados adversos, Mazowiecki presentó su renuncia como primer ministro y fue aceptada por el Sejm. Si bien siguió como parlamentario en los años posteriores, su actuación más relevante fue en el escenario internacional como enviado de la ONU a Bosnia durante los años de la guerra de Yugoslavia, función a la que renunció en 1995 por la inacción de la comunidad mundial frente a la masacre de Srebrenica.
En años posteriores fue parlamentario de Unión por la Libertad y uno de los fundadores del Partido Democrático.
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